Quelentaro: recuerdos con Eduardo y Gastón Guzmán
“En el vientre de tu madre, te adivinaba venir… Sentía tu pataleo.” Eso fue lo primero que escuché de Quelentaro. Mi Papá debía aprenderse ese texto para recitarlo en una de aquellas gloriosas veladas que solían organizar lo profesores normalistas, en todos los pueblos pequeños como Huépil. Desde entonces; nunca dejé de escucharlos y atragantarme de verdad con estos fabulosos hermanos.
Desde aquella vez que mi padre me encomendó la gloriosa misión de darle “Play” al cassette que contenía la hermosa poesía de Quelentaro. Y se quedaron en mi corazón… ¡Tirantes como un Relincho!
Años después se volvieron mis amigos. Me recibieron en su casa y yo les recibí en la mía. Compartimos la sonrisa, las mañanas y el cariño. Yo aún sigo abrumado por su grandeza y no me resigno a su ausencia, puesto que sin Eduardo y Gastón Guzmán, un pueblo entero se ha quedado sin voz.
Acá, en este corazón campesino, en donde todavía “El viento se mete a la cocina, se chamusca en el fuego del Brasero…y se va, calentito cielo adentro”, Quelentaro persevera en la memoria colectiva, que ve en su trabajo el reflejo fiel de sus vidas, tan bien retratadas por la pluma lúcida de Eduardo y la música inconfundible de Gastón.